Por Francisco Escandón Guevara
El Ecuador amaneció con presidente electo. Luego de una violenta campaña de segunda vuelta, en la que primó el argumento del mal menor, Guillermo Lasso se impuso en los comicios y paradójicamente su contendiente aceptó los resultados.
La victoria del candidato de la banca es producto del rechazo progresivo al correísmo que ya no es invencible, ni hegemónico. La remontada electoral de Lasso se debe a la mayoritaria censura hecha a la prepotencia, el despilfarro y la corrupción; muchos votaron para deshacerse de Rafael, hay un hartazgo de su presencia en las últimas cinco elecciones presidenciales.
Lasso después de once años, a su tercer intento, derrotó al desconocido postulante del progresismo conservador. Hasta antes de la inscripción de candidaturas, a Arauz nadie lo referenciaba como figura pública, por eso su campaña se fundó como el candidato del correísmo: ese fue su potencial y a la vez su límite. En adelante su protagonismo se extinguirá porque al caudillo está prohibido hacerle sombra.
En el balotaje, el banquero se vio obligado a disfrazar algunos de sus contenidos reaccionarios por un discurso pro derechos. Lasso tuvo que arrinconar temporalmente sus doctrinas del opus dei para abrir una puerta demagógica a la tolerancia y la diversidad, mientras tanto, su propuesta económica neoliberal no mutó y buscará aplicarla sin meditar las lecciones del levantamiento de octubre del 2019.
El nuevo gobierno se inaugurará en mayo con más incógnitas que certezas, tiene delante de sí el acoso del fantasma del fraude y adolece de una mayoría parlamentaria que le permita completa gobernabilidad. En la Asamblea Nacional los doce asambleístas de CREO y los diecinueve socialcristianos son insuficientes para defender las iniciativas que se promuevan desde Carondelet, todo apunta que será un período de mayorías móviles que funcionarán en determinados temas y en otros habrá bloqueo legislativo.
Particular relevancia alcanzan los votos nulos. En estas elecciones, el 16% de los sufragantes reales optaron por esta opción contestaria que rechaza al fraude, la corrupción y la crisis; este porcentaje es el mayor que se registra desde el retorno a la democracia y probablemente en toda la historia republicana.
Los medios de comunicación ocultan la opinión de 1,75 millones de ecuatorianos que rechazaron a uno y otro. Allí germina un proyecto popular para el futuro, independiente al correísmo y que se opondrá a los tropiezos del proyecto conservador-neoliberal de Lasso.