Por Francisco Escandón Guevara
La renovación de los gobiernos autónomos descentralizados y el Consejo de Participación Ciudadana y Control Social está a la vuelta de la esquina. Mientras se desenvuelve una crisis política que enfrenta al ejecutivo y el legislativo, además de la inminente subversión de las autoridades de la Asamblea Nacional, los partidos y movimientos políticos preparan sus candidaturas para las elecciones que tendrán lugar en febrero del 2023.
En los anteriores comicios de gobiernos de cercanía (prefecturas, alcaldías, concejalías, juntas parroquiales) los resultados fueron sorpresivos: las fuerzas hegemónicas desaparecieron, los caciques locales de las últimas dos décadas fueron derrotados, se configuró un mapa electoral diverso y resultaron ganadores los liderazgos políticos que se presentaron como nuevos.
Tres años después, la gestión de varias de esas autoridades está socialmente cuestionada. Se los critica por inacción durante la pandemia, por falta de obra pública e incluso hay a quienes se los acusa de corruptos. Algunos de ellos buscarán reelegirse aprovechando la dispersión de candidaturas causada por la existencia de 250 partidos y movimientos.
Ese número refleja el interés por la participación política, pero también expresa la fragmentación ideológica y, cuando no, la aprobación discrecional por parte de las autoridades del Consejo Nacional Electoral de organizaciones que son alquiladas como vehículos electorales a candidatos de cuestionable idoneidad.
Las elecciones del 2023 serán diferentes porque regirán nuevas reglas. Los partidos y movimientos políticos deberán obligatoriamente garantizar la participación de jóvenes y mujeres en espacios protagónicos de las listas; el método de Webster, que garantiza representación de las minorías en la asignación de escaños, reemplazará al de Hondt; el sufragio será en plancha, no se votará por candidatos de diferentes listas, etc.
Por cierto, los comicios podrían coincidir con la consulta popular que amenaza Lasso. De así concretarse, el escenario se polarizará más hasta convertir las elecciones en una suerte de referéndum evaluatorio de la gestión presidencial y de los partidos políticos que pugnan en la Asamblea Nacional.
En el 2023 la correlación de fuerzas cambiará, los resultados del 2021 y menos los del 2019 sirven como constantes para pronosticar los favoritos de la próxima contienda. Las propuestas que sintonicen con las necesidades del pueblo (empleo, reactivación productiva, seguridad, etc.) y logren ser comunicadas oportunamente pueden vencer.