Por Francisco Escandón Guevara
El coronavirus dejó de ser una amenaza y ahora es una realidad objetiva. Las medidas preventivas adoptadas por el Estado fueron insuficientes, el COVID-19 logró introducirse al país sin que medie un protocolo médico obligatorio aplicado a todos los viajeros.
Desde el primer caso reportado es evidente el descontrol del gobierno. La inacción del régimen fue superada ampliamente por los especuladores de mascarillas y alcohol antiséptico, la parsimonia comunicativa de la administración aún está rebasada por noticias falsas y dudosas recomendaciones, los cercos epidemiológicos no incluyeron a todos quienes tuvieron contacto con los portadores del virus.
Por eso los casos positivos crecen a un ritmo acelerado y seguramente se multiplicarán en los siguientes días, más allá incluso de las cifras oficiales que sólo dan cuenta de quienes presentaron síntomas graves.
Es casi imposible tener certeza de los contagiados. Urge que el Estado asuma con seriedad la rectoría del sistema de salud o éste puede colapsar en pocos días; se requiere que el gobierno destine los suficientes recursos económicos para masificar las pruebas de detección del coronavirus, para adquirir el equipo de bioseguridad que necesita el personal hospitalario, para contratar a más personal médico, para implementar y modernizar las unidades de cuidados intensivos, etc.
Para ello no hace falta ningún paquetazo, pues sobran las alternativas que Moreno puede aplicar para zigzaguear esta emergencia sanitaria sin descargar sus costos en los bolsillos del pueblo. No caben las recomendaciones de algunos economistas como el otrora prófugo Alberto Dahik, ni las hechas por las Cámaras de la Producción, sus planteamientos neoliberales son un peligro para la humanidad.
Es prudente cumplir con el aislamiento en cada hogar y las medidas de asepsia para menguar los medios de contagio, hasta allí llega la corresponsabilidad del pueblo.
En tanto que el gobierno debe garantizar el abastecimiento de alimentos a todos, la estabilidad laboral, el pago puntual de sueldos sin recortes, la moratoria de deudas con la banca, la implementación de créditos baratos para la reactivación productiva, la difusión ágil y sencilla de información que supere la anarquía.
Es hora de la solidaridad. La vida vencerá.