Por Lincon Meza
Hace mucho no escribo ni opino sobre temas como este…¡pero en el silencio hay complicidad!
Hace unos días me encontraba en la esquina del cajero de un banco frente al malecón de Babahoyo. De pronto y como ya se ha hecho normal, pasa una camioneta blanca sin placas con militares a bordo.
Tres parejas en el malecón románticamente se declaraban seguramente amor, algo tan tradicional en los cortejos y enamoramientos de los cuales el malecón es fiel testigo.
Un joven solo en su bicicleta se mueve sigilosamente en las barandas del malecón. Los militares observan el escenario y sorpresivamente detienen el vehículo y como lobos en acecho entran al malecón y mientras dos de ellos “neutralizan a las parejas», otros dos «atrapan» al joven de la bicicleta.
A las parejas les «quitan» los celulares y comienzan a «revisarlos» (la mensajería supongo, buscaban conversaciones xxx a lo mejor). Pero al joven de la bicicleta que vestía una camiseta playera, una bermuda y zapatos deportivos, claro, su corte de cabello era «juvenil» de esos cortes medios raros de las “culturas urbanas», entonces, uno de los militares levanta la mano y le propina un puñete tipo «Roky III» y el muchacho en Shock. Viene el otro militar y le propina senda bofetada, de esas de «novia que sorprende al novio con la otra» . Luego le obligan a quitarse la camisa y le propinan algunas caricias en la espalda. La gente que miraba decía entre dientes: «algo ha de haber hecho». «De locos no le han de estar pegando»…
A renglón seguido le dijeron que se quite la bermuda y la sacudieron como banderín de fiesta. En sus señas pude ver que le decían «quítate los zapatos»… Obligándole a sacar las plantillas, a lo mejor allí escondía algo.
Antes de que se vista volvieron a «acariciarlo» está vez los cuatro militares y el muchacho seguía en shock.
No sé si encontraron en los teléfonos de las parejas algo que les haya interesado, pero no dejaban de apuntarles con sus súper herramientas de guerra.
Al muchacho tampoco le encontraron nada -de lo que se pudo observar- entonces uno de los militares «tiernamente» le apretó las mejillas con su «poderosa mano» (yo pensé que le daría un beso…) y con la otra mano tomo su gas y le roció en los ojos del muchacho -supongo que quería verlo llorar- luego dos patadas en las nalgas y un empujón.
Los militares volvieron a su carro sin trofeos ni medallas. Los enamorados no olvidarán esa romántica escena con fusiles apuntándolos y con sus celulares violentados en su intimidad. Y el muchacho… El muchacho se fue por la vereda intentando limpiarse los ojos «ardientes» y no precisamente de pasión.
Los observadores decían…»algo tiene que haber hecho».
Traigo a colación esta escena para decir que los excesos de los uniformados eran parte de un pasado que muchos queremos olvidar, pero que las fuerzas del orden nos lo recuerdan siempre.
La familia Restrepo puso en nuestra historia una consigna muy humana «VIVOS LOS LLEVARON….VIVOS LOS QUEREMOS». Es lo que pedimos de LOS 4 GUAYAQUIL.