Por Francisco Escandón Guevara
Se cumplió un año desde que Guillermo Lasso asumió la presidencia del país y como corresponde, por mandato constitucional, asistió a la Asamblea Nacional a presentar su informe a la nación que terminó por convertirse en una polémica.
Más allá de las discutibles cifras y las fuentes de los datos exhibidos, el banquero convirtió su comparecencia pública en una prolongación de la última campaña electoral. Demagógicamente prefirió vender humo (especuló con millonarias inversiones, empleo, infraestructuras y derechos proyectados para el futuro), antes que rendir cuentas sobre las reales ejecutorias de su gobierno.
Poco útil le resultó la insistencia discursiva del éxito del programa de vacunación para amagar las inacciones y tropiezos del gobierno. Las respuestas evasivas y el ocultamiento deliberado de los efectos de la crisis carcelaria, inseguridad ciudadana, alto costo de la vida, violencia de género, precarización de los servicios públicos, deserción escolar, carencia de medicamentos, extractivismo salvaje, privatizaciones, etc., dejan más intrigas que certezas sobre el liderazgo del banquero.
El anuncio de saneamiento de las cuentas públicas, que Lasso la valoró como positiva, también es contraproducente para conservar un mínimo capital político que le permita sortear la crisis institucional. Ese sometimiento a la austeridad fiscal, ordenada por el Fondo Monetario Internacional, está menguando más la vida de los ecuatorianos y da cuenta de un gobierno al servicio de las élites.
Es tan débil el gobierno que llegó al punto de renunciar, en presencia de los bloques parlamentarios, a su otrora interés de decretar la muerte cruzada e incluso la consulta popular. Esa señal de tender la mano a la Asamblea Nacional, que tiene incluso menor popularidad, es la aceptación sórdida que está dispuesto a mantener el reparto y la impunidad a cambio de reflotar su descalabrado proyecto.
Es evidente, el informe a la nación fue una farsa que pretendió falsificar la realidad. En el Ecuador real son mucho más los sinsabores que los logros del régimen, mientras predomine la charlatanería neoliberal por sobre los hechos concretos, la de credibilidad y aceptación de la gestión presidencial se estropeará más.
¡Carondelet hace aguas!