Por: Sandra Peñaherrera
En los últimos días; los hechos violentos que terminaron con la vida de Ingrid Escamilla de 25 años de edad y de Fátima Aldriguett una niña de apenas 7 años de edad, ambas de origen mexicano, conmocionaron e indignaron a los Movimientos de Mujeres del mundo entero; no solo por la brutalidad de estos acontecimientos, sino por la combinación de actos de crueldad, tortura y asesinato en la desaparición y hallazgos de sus cuerpos, que además son parte de los casos que casi a diario conocemos en los países de América Latina y particularmente en el Ecuador, todos estos hechos han desencadenado la rabia incontenible de mujeres y hombres, como la demostración de un hartazgo social frente a la impunidad, desatención y desprotección de los Estados frente a la ola expansiva de femicidios.
El por qué las mujeres son asesinadas por su condición de género parte del entendimiento de un conjunto de actos de violencia histórica y principalmente de violencia estructural y que se enfocan en contextos sociales específicos; la mayor parte de las mujeres que han sido asesinadas provienen además de sectores con altos índices de pobreza, extrema pobreza, exclusión, analfabetismo, desempleo y demás factores que agudizaron sus condiciones de vulnerabilidad.
Nuestra condición de mujeres ha sido concebida desde nuestra posición frente a los medios de producción, asignándonos dentro del ámbito económico el papel de un simple instrumento de producción y de las relaciones sociales de producción; a simple vista entonces como instrumento de producción somos tratadas como objetos y no como sujetos, somos pensadas como “uso colectivo” como “propiedad privada” de nuestras parejas, entorno familiar, entorno laboral y hasta de la sociedad en su conjunto, otorgándoles así la potestad hacia nosotras de usarnos, maltratarnos, violentarnos, asesinarnos, degollarnos, descuartizarnos, quemarnos como les parezca y como se les antoje.
Los femicidios se desenvuelven en un escenario de inequidad social, cultural y económico, debe ser analizado en medio de los entramados sociales, son el reflejo inmediato de la forma de relaciones sociales entre hombres y mujeres demarcadas en relaciones de poder, se trata de una forma de cuestionar el avance en materia de derechos hacia las mujeres, de impedir su autodeterminación sobre sus pensamientos y sobre sus cuerpos, de evitar su plena libertad y emancipación.
Asesinar a una mujer por su condición de mujer, ratifica el carácter opresivo del Estado, ratifica el carácter de clase de explotados versus explotadores, asesinarnos es la respuesta agresiva, violenta y radical a la incomodidad que sienten por nuestra disidencia, por nuestra valentía, por nuestras acciones intimidantes y contestatarias, por nuestra lucha beligerante contra el machismo y contra el capitalismo, porque estamos decididas a tumbar el patriarcado y a transformar la sociedad.
Por Ingrid, por Fátima y por todas nuestras hermanas vilmente asesinadas, no nos detendrán!!!