Por Guido Proaño Andrade
Hoy, 15 de noviembre, es una fecha heroica y trágica en la historia del movimiento obrero ecuatoriano. La primera respuesta organizada de los trabajadores contra la injusticia fue ahogada en sangre en Guayaquil. Más de mil muertos, entre ellos mujeres y niños. Sus cadáveres fueron arrojados al río Guayas, sin antes abrir sus vientres para impedir que sus cuerpos floten. Joaquín Gallegos Lara recoge este episodio en su obra Las Cruces sobre el agua.
En el informe que al año siguiente presentó el Ministro de lo Interior al Congreso dijo: “compatriotas, os juro que hemos salvado a la Patria”. Con el mismo descaro, el principal jefe militar de la masacre, general Barriga, en parte que consta en el informe del ministro de Guerra y Marina habla de la “generosidad y nobleza de todos los jefes, oficiales y tropa que han salvado al país de las horrorosas y comprensibles desgracias”. ¡Qué parecido a lo que hemos escuchado estos días, luego del levantamiento indígena popular, en los homenajes que el gobierno ha dado a los policías que reprimieron las protestas.
Y en la línea del discurso oficial, el diario El Comercio de esa época dijo: “La tropa ha disparado como con medida: los tiros justos para hacer un efecto necesario”.
Así reprimieron la Primera Huelga General de los trabajadores en Ecuador, en noviembre de 1922.
Anuncio publicitario
Al día siguiente de estos sucesos, el poeta Francisco Delcasty los describió con estos versos:
“El hambre va en desfile: macilentos
los rostros sucios de la “plebe” pasan;
son los héroes del pan que están hambrientos
porque el pan en mendrugos se lo tasan.
Los balcones se cierran: en espanto
los lobos del sudor, en sus cubiles
imploran el milagro de algún santo
y rezan al Señor de los Fusiles.
El hambre, en tanto, su canción arroja:
un puño en alto, una bandera roja
y un grito de humanal venganza.
¡Silban las balas su brutal respuesta!
¡Abrid, cristianos, el balcón! ¡Hay fiesta!…
¡Mirad! ¡Ha comenzado la matanza!”.
Referencia: Historia del Movimiento Obrero Ecuatoriano; Osvaldo Albornoz Peralta