¿Nos cayó el fascismo encima?

Periódico Opción
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Por Guido Proaño Andrade

Ocurrió lo peor. Brasil eligió a Jair Bolsonaro (PSL) como su nuevo presidente y Fernando Haddad (PT) quedó a diez puntos de distancia. Hay preocupación por las implicaciones que estos resultados tendrán en ese país y a nivel internacional.

En su primera presentación pública tras la victoria, Bolsonaro aseguró que respetará la Constitución y ejercerá un gobierno democrático. Lo habrá dicho para frenar el malestar que sus propias declaraciones en sentido contrario provocaron en la población. «No podemos seguir coqueteando con el socialismo, con el comunismo, con el populismo y con el extremismo de izquierda» dijo, para que no quede duda de su ubicación política en la extrema derecha; unos días antes manifestó que «borraría del mapa a estos bandidos rojos», refiriéndose a sus oponentes políticos. Se reafirmó en su propuesta neoliberal para reducir el tamaño del Estado central y criticó la política Sur-Sur de los gobiernos anteriores, en lugar de la tradicional alianza con EEUU y Europa.

A la pregunta sobre su compromiso con el Estado de Derecho, Bolsonaro dio una respuesta con connotaciones que van mucho más allá del significado de las palabras. Citó como ejemplo al Duque de Caxias, patrono del Ejército brasileño y jefe de las fuerzas armadas de ese país en la Guerra del Paraguay. «No soy Caxias, pero sigo el ejemplo de ese gran héroe brasileño, vamos a pacificar a Brasil y bajo la Constitución y las leyes vamos a construir una gran nación» dijo.

Luís Alves de Lima e Silva, el Duque de Caxias, fue un militar del Imperio de Brasil, comandante del Ejército durante la Guerra de la Triple Alianza. Su padre fue regente del Imperio de Brasil.

En 1831 actuó en la represión a los desórdenes que se produjeron por la abdicación de Pedro I; en 1839 comandó las tropas imperiales durante la revolución conocida como balaiada, iniciada por la ruina que la crisis del algodón provocó en la población. En 1842 dominó dos nuevos levantamientos contra la esclavitud en Minas Gerais y Sao Paulo. En 1851, como comandante del Ejército del Sur, invadió Uruguay.

Durante la Guerra del Paraguay, siendo comandante de las fuerzas de ocupación, envía un informe a Pedro II en el que plantea: «Cuánto tiempo, cuántos hombres, cuántas vidas y cuántos elementos y recursos precisaremos para terminar la guerra. Para convertir en humo y polvo toda la población paraguaya, para matar hasta el feto en el vientre de la madre».

Ese es el ejemplo que Bolsonaro dice le inspira y nos permite entender hasta dónde es capaz de avanzar en su proyecto, lo que no significa que necesariamente podrá hacerlo.

La derecha más reaccionaria retoma el poder en Brasil. Aprovechó un escenario político del que es imposible excluir la responsabilidad del PT por lo que hizo mal, por lo que dijo que haría y nunca lo hizo, y por lo que dijo que nunca lo haría y sí lo hizo. La perspectiva de una radical transformación económico-social que, en términos generales, el PT ofreció a los trabajadores y pueblos del Brasil desde su surgimiento como organización política y durante sus primeras administraciones se fue desvaneciendo. El pueblo ha dado una respuesta a lo que vivió en los últimos años; el paulatino pero constante abandono de electores del PT ocurrió por frustración y desencanto, dijimos en un anterior artículo sobre estos resultados electorales. Hay un voto castigo contra el PT, hay un voto que evidencia el rechazo a las principales fuerzas políticas de ese país, pero también hay un sector de la población que ha dado un voto programático a favor de la derecha, aquellos que piensan que una agresiva política neoliberal permitirá resolver los graves problemas del país y se exaltan con el discurso anticomunista del presidente electo.

En el mundo se está produciendo un reforzamiento de las posiciones de derecha. Los resultados electorales de los últimos años en Europa evidencian el crecimiento de los partidos más conservadores e inclusive fascistas en algunos países. Lo principal en su discurso es el combate a los migrantes, las amenazas del terrorismo y la falta de empleo; en base a eso ganan adeptos entre la gente pobre. Gábor Vona, líder de un movimiento ultraderechista de Hungría que ha ido captando espacios, dijo que en cuanto puedan eliminará el sufragio universal, aunque esa no es la política general de todos esos movimientos.

Donal Trump llegó a la Casa Blanca con un discurso reaccionario y durante su ejercicio presidencial se observan posturas fascistoides. Bolsonaro ha elogiado al presidente estadounidense, al igual que Norbert Hofer, del Partido de la Libertad y presidente de Austria hasta hace un año, quien le citó como una de sus fuentes de inspiración. Sin embargo de ello, y de otros ejemplos que se pueden traer, no podemos aseverar que el fascismo nos ha caído encima, lo que no subestima que todo esto puede favorecerlo.

Prácticamente en todo lado, la retórica de la ultraderecha utiliza y legitima criterios y discursos atrasados, racistas, xenófobos, odios… que están ya en la cabeza de la gente. Apelan al miedo y a la ira.

Bolsonaro explotó la insatisfacción popular hasta elevarla a la condición de ira; convenció que los valores morales y creencias establecidas (familia, religión) estaban por extinguirse.

El miedo y la ira provocan alteraciones en la conducta de las personas, su manipulación busca doblegar la voluntad y adormecer la capacidad de los individuos para tomar decisiones emancipadoras. Comúnmente son utilizados por los grupos de poder como instrumentos de control, de dominación y de movilización. «Muchos tienen un precio y los otros miedo» decía Joseph Goebbels.

 

Polarización y dispersión

Lo que ocurrirá en Brasil no depende exclusivamente de la voluntad y los deseos de Bolsonaro y el grupo que lo rodea y apoya, existe un escenario político social que hay que tomar en cuenta.

Debido a cómo se desenvolvió la campaña se ha puesto énfasis en señalar la polarización existente, pero poca atención se da a la dispersión de fuerzas que también está presente.

Treinta partidos estarán representados en el Congreso. El Partido Social Liberal del nuevo presidente ocupará 52 asientos, lo que representa un 10% de los 513 en total, y se ha convertido en el segundo bloque. El PT perdió el 19% de escaños, pero mantiene 56 puestos. El Partido de la Social Democracia Brasileña, del ex presidente Fernando Henrique Cardoso, baja de 54 a 29 legisladores y el Movimiento Democrático Brasileño, del hasta ahora presidente Michel Temer, bajó de 65 a 34. El Partido Socialismo y Libertad, de la concejala Marielle Franco hace poco asesinada, incrementa su bloque en el 100% y ocupará diez puestos.

Sumados todos los partidos de derecha, que han expresado de una y otra forma su apoyo a Bolsonaro, llegarían a 301 diputados, esto es el 59% del total.

El Senado tendrá la mayor fragmentación de su historia con la presencia de 21 partidos; hasta ahora estuvieron representadas 15 formaciones políticas. El MDB mantiene la primera minoría con 12 senadores, habiendo perdido 7 puestos; el PSL logró 4 escaños; el PT ahora es la quinta minoría al bajar de 13 a 6 senadores; el PSDB perdió 2 puestos y se queda con 9. Tres de cada cuatro senadores que corrieron por la reelección no lo lograron.

Esta dispersión es un primer problema para el muevo gobierno, porque estará obligado a negociar con varios partidos y movimientos a fin de implementar su propuesta; esto supone concesiones, chantajes, aplazamiento de propuestas etc. Dicho de otra forma, la derecha ultra reaccionaria no tiene hegemonía en el Congreso y eso limita sus intenciones. No es buen negocio para algunos de esos partidos mostrarse entregados a un presidente que hace gala de su extremismo de derecha y desde ese punto de vista, no podemos perder de vista inclusive que con el tiempo surjan acciones de oposición burguesa.

Y habrá resistencia y oposición popular. El pueblo no se quedará cruzado de brazos cuando el nuevo gobierno inicie, por ejemplo, la aplicación de su programa neoliberal, privatice y afecte el sistema de seguridad social, cuando se profundicen políticas laborales para precarizar el trabajo y limitar o acabar con derechos de los trabajadores, o cuando inicien los procesos de privatización de empresas y despidos masivos. Los trabajadores, el campesinado, la juventud brasileña tienen una gran tradición de lucha, sabrán resistir y sabrán vencer.

No demos por hecho que una sombra de oscuridad viene ya sobre el pueblo brasileño; eso quieren los sectores ultra reaccionarios y pro fascistas, pero no tienen el camino expedito. Lo que sí podemos apostar es que se avizora un período de agudización de la confrontación política y social, de unidad de las fuerzas populares, democráticas y de izquierda. La solidaridad internacional alentará la lucha del pueblo.

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