Por Francisco Garzón Valarezo
Machala -Ecuador
Cerca de Machala, los esteros se golosean cuando el mar entra a ofrecer sus aguas a los manglares. Uno de esos esteros de llama Cascajal y ha formado un delta que parece un inmenso abanico español. Ambas riberas tienen manglar, y desde que el mundo es mundo, los pescadores de bajura han cosechado sus raíces para utilizar en su faena. Las raíces sirven como “ganchos” para asegurar un filo de las redes en la arena.
Sin embargo, desde hace poco, unos militares del cuerpo de infantería de marina con su uniforme de guerra, acosan a los pescadores para prohibirles cortas las raíces. Dicen que lo hacen para proteger los árboles y los alientan a sembrar un manglar que ellos nunca talaron.
El caso de los pescadores de Machala y el corte del manglar de Olón, son temas que desnudan el perfil antihumano del estado capitalista donde el gobierno representa los intereses de la clase dominante, de burgueses y capitalistas, y no los intereses de la clase trabajadora.
Se ha dicho con objetividad, y en el caso Olón se ha comprobado, que el gobierno burgués es una “oficina de negocios” de los capitalistas y que sus decisiones se toman en beneficio de ellos. Así se entiende que los dolosos trámites para legitimar el uso del suelo en un espacio híper sensible le haya tomado al gobierno de Noboa unos pocos días, cuando en otros casos demora años.
Fue una grosera infamia ver en Olón a soldados y policías con sus vehículos diseñados para propósitos militares cumpliendo su papel amenazante contra la población, mientras voceros del gobierno habían decidido por su cuenta que el tema de la tala del manglar era un asunto privado. ¿Si es así, entonces que hacían allí los militares y policías? ¿Acaso los ciudadanos del Ecuador podemos contar con el ejército cuando se trata de resolver alguna controversia entre nosotros?
Un gobierno burgués, arbitrario, profanador, ecocida, pretendió hacer un daño masivo al ambiente de la comuna de Olón. Pero algo que estos lumpen de la burguesía no sospecharon fue la rebeldía de los comuneros que los obligó a recular en su orgullo y desistir de su proyecto de cemento, ladrillo y hierro en esos manglares.
Los comuneros de ese paraíso llamado Olón, no estuvieron ni están solos en su lucha. Cuentan con el apoyo de la juventud, los ecologistas, y todo un pueblo que repudia el abuso y el atropello y demanda atención para sus necesidades.