Por Jaime Chuchuca Serrano
El Levantamiento Indígena Popular de octubre de 2019 cambió la correlación de fuerzas políticas, lo mismo ocurre ahora con el Levantamiento Indígena Popular de junio de 2022. Las divisiones internas de las organizaciones, las cooptaciones y dudas generadas desde el poder impidieron que las elecciones de 2019-2020, legislativas y presidenciales, tengan mejores resultados para las izquierdas y organizaciones populares. Veo ahora la misma estrategia del gobierno y la derecha: tratan de fraccionar a las organizaciones indígenas, enemistan a los dirigentes, impulsan compras de consciencias por intereses particulares y puestos. De hecho, esto pasó ya con la socialdemocracia: en la Asamblea Nacional, la Izquierda Democrática respaldó a Lasso para conservar y ampliar sus cargos estatales.
El gobierno y los medios hablan de pérdidas de 500 millones por el Levantamiento de 2019 (otros dicen 821) y 1000 millones por el Paro Nacional de 2022. Si consideramos reales estas cifras del gobierno, las condiciones del FMI han generado una pérdida de entre el 21 y 26% del crédito de 7000 millones. Si a esto se suman los altos intereses, los cambios normativos, el desmantelamiento del Estado, los recortes del presupuesto social, la precarización laboral, entre otros; definitivamente, no es rentable negociar con el FMI, es más, es un absurdo. Los dos levantamientos prueban que el modelo neoliberal es nocivo para la sociedad, generan pérdidas millonarias, sin hablar de las administraciones negligentes de Moreno y Lasso.
La persecución judicial, el linchamiento mediático y la arremetida comunicativa es mucho más fuerte que en octubre de 2019. Sin embargo, los pueblos levantados han ganado coordinación, y la dirigencia del movimiento, experiencia. Leonidas Iza, perseguido en octubre y ahora en junio, ha demostrado firmeza y ha salido hasta el momento triunfante de emboscadas militares, policiales y judiciales. El lugar comunicacional de Iza ha sido ganado por la grandeza de los acontecimientos, pero también por las características del movimiento que se personifican en su dirección. Aquí se abren muchas oportunidades políticas, de gobierno y poder para la organización indígena.
Con la instalación de las mesas de diálogo por 90 días, me viene a la memoria que después de la caída de Gutiérrez en 2005, se propusieron también mesas y conversatorios en todo el país. Alfredo Palacio hablaba de la “refundación de la patria”, pero las conclusiones de las mesas nunca se cumplieron, una de ellas era la Consulta Popular que nunca llegó, pero fue el anuncio de la exigencia de una nueva Constitución, que vendría más tarde en 2008, con sus bemoles y sostenidos. La élite sabe que el movimiento indígena y las organizaciones populares tienen potencia, autonomía y un programa que puede ser gobierno, por eso no soportan su unidad. Ese es el temor de Nebot y la propuesta de su federalismo, como disfraz del separatismo oligarca que genera mayor conflicto. La dirección del movimiento tiene el reto de que las propuestas de junio de 2022 se cumplan, a pesar de las ardides del gobierno y de la derecha oligárquica.