Por Karla Arellano
Escuchamos constantemente posiciones al respecto. Cuando las mujeres nos referimos a la violencia que sufrimos a diario, siempre alguien postea o dice, los hombres también sufrimos de violencia, no es el género sino la violencia en sí.
Vamos analizando:
Qué dice la ONU al respecto de la Violencia de Género: “La violencia de género se refiere a los actos dañinos dirigidos contra una persona o un grupo de personas en razón de su género. Tiene su origen en la desigualdad de género, el abuso de poder y la existencia de normas dañinas. El término se utiliza principalmente para subrayar el hecho de que las diferencias estructurales de poder basadas en el género colocan a las mujeres y niñas en situación de riesgo frente a múltiples formas de violencia”.
Recalcando lo más importante de este concepto, son aquellas estructuras de la sociedad históricamente construidas basadas en la desigualdad, en el sentimiento de poder que ha colocado a las mujeres y niñas en una situación de vulneración, vejación y violencia, mientras que a los hombres les ha dado privilegios sobre nosotras, nuestros cuerpos y hasta nuestras vidas. La historia de las mujeres, si bien es cierto se circunscribe al resto de la humanidad, porque también hemos pertenecido la gran mayoría a las clases explotadas y una minoría a las explotadoras, por otra parte, tiene su propia particularidad y que independientemente de la clase social existe una violencia propia por el hecho de ser mujer, hemos sido sometidas y violentadas, colocadas en una posición de inferioridad ante la otra mitad del mundo, los hombres.
Entonces la violencia de género es parte de la formación histórica de la sociedad, de sus estructuras, su cultura, la educación, la religión y las relaciones sociales e interpersonales.
La violencia de género existe y tiene sus raíces en la propiedad privada, en el surgimiento de las clases sociales, en el sometimiento de la mujer como propiedad, se realiza con la violencia de la barbarie, se mantiene en el sistema capitalista donde aún miles de mujeres pierden la vida a causa de hombres de distintas clases sociales.
Y me permito dejar una interrogante: ¿Será justo esa historia la razón de nuestra fortaleza? Esa lucha por pelearnos un lugar en la historia, en la ciencia, en el arte, esa constante para ser visibilizadas, para que se escuche nuestra voz, por no ser violentadas, por no ser golpeadas o no seguir siendo asesinadas. Esta lucha que a veces nos desgasta, pero nos vuelve a levantar. Tenemos una gran capacidad de resiliencia, una fortaleza y combatividad. Hemos resistido y rebelado contra la esclavitud que nos vendía, nos intercambiaba y que nos relegaba al hogar como máquinas exclusivamente reproductoras. También hemos participado en las Batallas independentistas, en las montoneras y la Revolución Liberal. Nos levantamos para exigir el derecho al voto, al estudio, nos impusimos para ingresar a las Universidades. Estamos presente en cada línea del combate popular, en la ofensiva, la defensiva, en la que resiste, la que provee, en todas.
Somos una fuerza importante y la historia nos necesita, porque somos la otra mitad del mundo que pelea, con una historia común y con una historia propia. El cambio social que aspiramos necesita eliminar la explotación capitalista, pero también requiere resolver el problema de género. Más los problemas de género solo se lograrán solucionar cuando desaparezca la propiedad privada.