Sentido adiós al académico, Jorge Isaac Cazorla. Referencias a su brillante obra, “Juan Montalvo”

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Por Gustavo Báez Tobar

El 14 de julio próximo pasado, a los 102 años de fructífera existencia, emprendió su imprescindible viaje sin retorno nuestro respetable amigo, que nos honró con su membresía en el Núcleo de la Casa de la Cultura, Dr. JORGE ISAAC CAZORLA.

 Atendiendo a una cordial invitación de este ilustre escritor, tuve la grata oportunidad de visitarlo en su domicilio, hace 4 años, cuando Jorge Isaac tenía 98. No podía ser de otra manera, me impresionaron su porte gentil, atento, sumamente cordial, generoso; su elocuencia exquisita y formidable memoria. Muy diligente, le acompañaba, su segunda esposa.

La conversación central giró acerca de una de sus obras más sobresalientes, como es “Juan Montalvo” y de la que yo había realizado un modesto prólogo, a la segunda edición, dentro de la Colección Pichaví, por parte de la Casa de la Cultura “Benjamín Carrión”, Núcleo de Imbabura, siendo director en aquel año 2018 nuestro dignísimo amigo Msc. Luis Fernando Revelo. En aquella entrevista se refirió a la circunstancia de que nadie había hecho ningún comentario a la primera publicación, por lo que el autor suponía: “nadie la leyó, o nadie entendió”. Textual.

Datos Biográficos

Jorge Isaac Cazorla, nació en la cultísima Cuenca, Atenas del Ecuador, el 20 de julio de 1920. Connotado escritor, eximio maestro y humanista, graduado con honores en la Escuela Normal de Antofagasta (Chile). Ingresó a la Academia Ecuatoriana de la Lengua el 27 de junio de 1985, época en que personal e intelectualmente lo conocí como columnista del Diario La Verdad de Ibarra, y por supuesto, desde ahí me impresionaron sus sesudos como profundos artículos de opinión.

La robusta personalidad que Cazorla traía desde Chile en donde obtuvo los primeros galardones en concursos, ya como estudiante para celebrar el cuarto centenario de la muerte de Miguel de Cervantes Saavedra, y en buenos Aires, en el centenario de la muerte de Chopin, garantizan sus actividades docentes que las ejerció en los niveles primario, secundario y superior, y lo que es más, le abrieron paso para la publicación de valiosos libros dedicados a la ciencia y las técnicas pedagógicas. En Ecuador funda y dirige varios periódicos. Y, desde el País de la Estrella Solitaria, consolida sus experiencias periodísticas en las que vuelca sus inquietudes literarias, en el ABC de Antofagasta y el Mercurio de Santiago. Posee una profunda formación cristiana.

Sus incansables lecturas de los clásicos griegos y latinos, así como su experiencia profesional, hacen de Jorge Isaac Cazorla un excepcional maestro y hombre de letras que le ameritan la membresía no solo de la Casa de la Cultura, sino en las Sociedades Bolivariana de Buenos Aires y de la Federación de Maestros Belgas. No obstante, su formación en el área financiera-preparado no solo en Ecuador sino en Perú, EE.UU. y Brasil- la afición por la Literatura no desmaya jamás; por el contrario, pule su castiza palabra permanentemente, afina su pluma en las linfas plateadas de su cuencanía; pulsa su lira magistral para dar a su patria y al mundo lo más selecto de su creación estética.

Entre esas joyas está, precisamente: JUAN MONTALVO, obra publicada en 1977, la misma que se ha catalogado como un reflejo de la robusta personalidad de Cazorla, como un amante profundo de la verdad, a lo que se suma “su valor para expresarla y su búsqueda infatigable por el perfeccionamiento de la expresión literaria a fin de rescatar, a través de ella los más altos valores de la literatura y del pensamiento humano”, según lo afirma el Ing. Manuel Varas S.

Visión ligerísima de su monumental: “Juan Montalvo”

Aun a riesgo de que mis apreciaciones queden cortas ante la dimensión de la obra, debo referirme someramente al citado libro que de por sí es monumental, tanto por la atildada pluma de su autor, pues Jorge Isaac Cazorla es un clásico de la lengua castellana, tanto por sus influencias del Siglo de Oro Español, pues en todas sus obras aflora la perfecta coordinación de fondo y forma, con un riquísimo léxico, variado, que dice de su vasta erudición y sapiencia.

Con esas herramientas intelectuales Cazorla asume su obra magna de construir un monumento literario dedicado al ilustre ambateño Juan Montalvo Fiallos, orgullo de Ecuador y de América, que llenó el Siglo XIX con sus contundentes escritos que mucho dieron que hablar a eminentes críticos dentro del país y fuera de los límites patrios: Benjamín Carrión, Alfredo Albuja Galindo, Unamuno, Rodó, Roig, entre otros. Juan Montalvo con Las Catilinarias, Los siete tratados, El espectador, Geometría Moral, Capítulos que se le olvidaron a Cervantes, etc. enfila sus dardos para combatir las dictaduras y defender las libertades ciudadanas, la libertad de pensamiento y expresión, pero Cazorla, no se refiere a cada una de las obras montalvinas en particular, sino que en forma globalizada se adentra en la obra del Cervantes Americano para analizar las ideas y pensamientos trazados con su estilo, propio, auténtico, que conmovieron la conciencia nacional e internacional.

Pero Cazorla va más allá, a través de sus obras se adentra en el alma atormentada  del genio tungurahuense, se introduce en su carácter volcánico fraguado en los cráteres andinos, y así señala no solo los méritos como atildado estilista, sino sus deméritos como hombre y esposo, es decir, escarba en cada uno de los escritos: la vida, la obra, y hasta la muerte de ese gigante de las letras americanas, pues Don Juan Montalvo era capaz de despertar profundas pasiones, temores y favores; odios y amores. De este hombre grandioso, temido…amado y odiado nos habla Cazorla, en su obra dedicada a Juan Montalvo, la misma que merece ser leída con todo detenimiento. Recorrer sus páginas es para extasiarnos en un ambiente mágico de deslumbrantes descripciones, paisajes, retratos, prosopopeyas, narraciones, citas históricas, congruentes y necesarias, amén de atinadas referencias de famosos pensadores y filósofos que incrementan la profundidad de sus incontrovertibles tesis de contenido universal. Hay páginas en este libro, escritas en hermosa prosa poética, que invitan al lector a gozar de su lectura, así como a la meditación… a la acción.

Antes de morir en París, Montalvo, ese genio de las letras castellanas, hubo de ascender al Gólgota de los más crueles dolores, al someterse a una delicada operación, sin ningún tipo de anestesia. Para morir pidió flores, quizá para recordar a su Ambato querido o para dar al féretro un toque de belleza, valor que en la vida tanto amó. “EL PASO A LA ETERNIDAD ES EL ACTO MÁXIMO DE UN HOMBRE”, expresó Montalvo, por última vez, en la madrugada del 20 de enero de 1889,-puntualiza Cazorla-.  Pero Juan Montalvo nos dejó un legado inamovible, que sintetiza su pensamiento inmortal: “LA LIBERTAD, entonces, entre los valores de las criaturas y de los humanos ocupará un trono deífico por cuya posesión poco sería comprometer la propia vida”.

Mi sentido adiós a Jorge Isaac Cazorla, académico de la Lengua, insigne escritor, pulcro ciudadano, excelente padre de familia que, con fervor y entrega, honró las filas de la cultura nacional. Sus obras escritas serán el testimonio de su paso firme victorioso por los polvorientos campos de Montiel.

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