Por Remo Cornejo Luque
He leído atentamente un testimonio de un gran amigo que cayó en drogas a los 16 años y pudo superarlo con decisión, con ayuda familiar, con tratamiento médico y psicológico. Hoy, mi amigo, es un abogado y cuenta con maestría en derecho penal, es un prestigioso profesional en el austro ecuatoriano y se dedica, entre muchas cosas, a defender a los jóvenes que caen en las garras de la inmundicia que te brinda una sociedad en desbandada, carcomida por los tentáculos de la corrupción, injusta, desleal, inequitativa, como lo es el sistema capitalista vigente.
En el testimonio compartido en redes sociales, sin vacilar, señala que la eliminación de la “tabla de drogas” por parte del nuevo mandatario ecuatoriano, es una medida importante, pero, incompleta, pues no cuenta con medidas complementarias, aunque el decreto designa a los ministerios competentes que tomen carta en el asunto. No obstante, me permito dar algunas ideas.
No se puede atacar al microtráfico, azuzado por el correísmo, solo con una derogatoria de decreto, al estilo populista, pues se requieren una serie de medidas que ataquen la raíz del problema. ¿Cuál es el problema esencial? Una sociedad llena de injusticias, donde la juventud no tiene un futuro promisorio. Vivimos en un país donde los que llegan a ocupar cargos públicos de elección popular llegan a robar, conviven con el mal inherente del capitalismo que es la corrupción, llegan a pactar con delincuentes y el crimen organizado. No hay políticas de Estado adecuadas para brindar educación para todos, no hay empleo, no hay atención médica para todos, no existe seguridad social, no hay fomento adecuado y permanente para la recreación, el deporte y la cultura.
Recordemos que los jóvenes que caen en drogas, vienen de los estratos más pobres, de un sistema que los olvidó y mandó al exilio del amortiguamiento y dolor.
Mi amigo afirma, con real contenido de causa vivida, que “el ser adicto no es una elección, antes de serlo uno ya es: la violencia en casa, la pobreza, la falta de empleo, de recreación, de oportunidades, inexorablemente los lleva al fatal camino del consumo… Al final, se convierten en el cliente más rentable del tráfico, que en sus días finales terminarán consumiendo sin perspectiva de vida y con la única alternativa de morir”.
Atacar el problema de raíz es atender las demandas sociales de la población y brindar un nuevo estilo de vida, un nuevo horizonte, donde el joven vea una razón valedera de existencia. Un verdadero gobierno debe evitar que los jóvenes sigan siendo presas fáciles de una sociedad en decadencia. El ser humano nace sano y libre, con deseo de prosperidad y bienestar. La sociedad debe cambiar, transformarse, para evitar la contaminación de niños y jóvenes.
Debemos, desde las causas populares, bregar porque los cambios del nuevo gobierno no sean epidérmicos, sino profundos. El tiempo sabrá juzgar.