Por Francisco Escandón Guevara
La disputa entre el ejecutivo y el legislativo, que pasó de la amenaza de muerte cruzada al ultimátum de gobernar sin el parlamento, no es la única trifulca que enreda a la Asamblea Nacional.
Los problemas trascienden al bloqueo de las leyes enviadas por Lasso, a la millonaria compra-venta de cargos vinculados a la cúpula del gobierno, a los camisetazos que acostumbran los honorables de la Patria o a la ausencia de una mayoría que permita gobernabilidad; lo de fondo es que este poder del Estado, independientemente de su composición y autoridades, sigue representando los intereses de las élites.
La presidencia en el legislativo de Guadalupe Llori testimonia lo dicho. Lejos de convertir a la Asamblea Nacional en un instrumento para legislar a favor del pueblo y para fiscalizar a quienes se faenaron la plata de los ecuatorianos, terminó por sucumbir ante los placeres del poder y a las presiones de Carondelet.
Al parecer su suerte está echada, una eventual mayoría parlamentaria conformará una comisión evaluadora multipartidista que la destituirá del Consejo Administrativo de la Legislatura. La resistencia de Llori para aferrarse al cargo, aún cuando Lasso ya le dio las espaldas, está desluciendo sus escasas ejecutorias y restando legitimidad social a la Asamblea Nacional.
Con el cambio de la presidencia no terminará la crisis legislativa, quizás incluso empeore. La asunción de Virgilio Saquicela, antes amigo del banquero y ahora proscrito del bloque oficialista, revalorizará su posición al momento de negociar el reparto de instituciones gubernamentales en la provincia del Cañar, pero además concentrará en una familia la dirección del poder legislativo y judicial.
El ofrecimiento de terminar con el viejo Congreso de la componenda, los cenicerazos y del hombre del maletín falló, la Asamblea Nacional es la reedición de esas y otras peores prácticas que avergüenzan al país. La Constitución de Montecristi no logró transformar el poder político que, desde la independencia, está secuestrado por las élites, se pasó del congreso de la partidocracia a la Asamblea del tongo permanente.