Por Jaime Chuchuca Serrano
Queda en la especulación lo que verdaderamente conversan Guillermo Lasso y Rafael Correa por vía telefónica, y como ellos mismo lo han dicho: han hablado en otras ocasiones sobre aprobación de leyes y votos en la Asamblea. No obstante, cuando se les pregunta del tema, Lasso y Correa, terminan diciendo que le ha puesto en el lugar que le corresponde al otro. En la política una cosa es lo que se ve, lo que se muestra, su propaganda, sus discursos y otra lo que hacen detrás del escenario, en las decisiones del poder. Este asunto coincidió con que en la Asamblea llegaron a un común acuerdo: no aprobaron el informe presentado sobre la hidroeléctrica Coca Codo Sinclair. El correísmo votó en contra y el lassismo se abstuvo. El resultado, el mismo.
La larga historia de esta megaobra, a más de la dependencia China, se resume en que el costo inicial, de 725 millones, pasó al final, a 3 mil 311 millones; a 2 499 fisuras promedio por año, entre 2015 y 2022, para dar un total de 17 499 fisuras en una obra nueva. Todas las investigaciones concluyen: deficiencia técnica y negligencia administrativa, en la que participaron Correa, Glas, Moreno, Lasso y variados personajes. De aquí mismo salieron los INAPAPERS y una coima de 18 millones para una empresa relacionada con el grupo de Moreno; y otras tantas para una decena de empresas ecuatorianas, incluyendo la Consultora Vera, del padre y hermano de Xavier Vera Grunauer, Ministro de Energía de Lasso. Acá se conectan políticamente dos instituciones, que cada día que pasa, tienen menos credibilidad: 12%, Lasso y 6%, la Asamblea Nacional.
Si los ecuatorianos desconfiamos de los representantes políticos, también lo hacen, obviamente, los inversionistas extranjeros. Antes Lasso se vanagloriaba que con su llegada el riesgo país estaba en 700 puntos, pero ahora no hace lo mismo con los 1753 al que llegó en octubre de 2022; hasta el FMI desconfía de las cifras del Banco Central. El gobierno de Lasso se ha convertido en una confluencia de contradicciones, los ministros o bien le llevan la contraria a Lasso, o le necesitan corregir forzadamente. Por fin, después de 90 días de diálogos con los dirigentes de las organizaciones indígenas, no hay más acuerdo que en un par de cosas de 10 mesas. Mientras tanto, sube la carestía de la vida y las organizaciones sociales vuelven a organizar movilizaciones, en medio del proceso electoral. Hay problemas complejos, que no se resuelven con un par de llamadas.