Por: Remo Cornejo Luque
Todos quieren voltear la página de un año muy duro que producto de la crisis económica cerró cerca de un millón de plazas de trabajo, acrecentando el desempleo y la angustia en los hogares ecuatorianos, así como por la pérdida de miles de vidas por efecto de la pandemia del covid 19 que todavía nos mantiene con la guardia en alto.
Empero, el anhelo de una mejor forma de vida, de desarrollo y progreso material, están latentes, en la perspectiva. Todos aspiran que el año 2021 sea diferente, mucho mejor.
La idiosincrasia de los ecuatorianos, su historia y tradición, es de no dejarse doblegar por los avatares de la vida, ni mucho menos agachar la cabeza ante los gobiernos que no han sabido atender sus necesidades. Los pueblos y nacionalidades indígenas han sabido resistir y siempre salir adelante.
El nuevo año presenta dos desafíos ante el imaginario social: la resistencia popular y el cambio de gobierno.
Se debe resolver de manera inmediata la falta de empleo ya que esto permitirá gozar de un ingreso económico permanente y dar estabilidad a los hogares y bajar las tasas de delincuencia. A la par se debe priorizar la vida, con presupuesto e infraestructura para la salud; atender las demandas sociales en educación, seguridad social, créditos blandos, etc.
Las obligaciones del gobierno de AP con el FMI para continuar con las políticas neoliberales de recorte laboral, de restricción de derechos, de priorizar el pago de intereses y capitales por servicio de la abultada deuda que supera el 60% del PIB, deben parar. Su ejecución levantará la resistencia popular y el único responsable será el gobierno cuya popularidad solo alcanza el 6%.
El segundo desafío, tiene que ver con las elecciones del 7 de febrero, día en que se acaben 14 años de corrupción y desgobierno y el día que signifique abrir una nueva era en la vida política del país con un gobierno diferente. Solo el pueblo, salva al pueblo.