Por Marcelo H. Andocilla López*
En torno a la epidemia diseminada en el planeta se ha desarrollado una visión que abunda en las características biológicas, moleculares y clínicas del virus su dispersión y de la enfermedad. De tal naturaleza que el virus resulta la causa necesaria y suficiente, tal vez exclusiva, para causar una enfermedad que conduce a una muerte por asfixia irremediable de quien se infecte. Es evidente que se trata de una visión fatalista, unilateral, interesada. Toda la industria farmacéutica y los mas importantes institutos de investigación de los diferentes países capitalistas se han lanzado en búsqueda de tratamientos farmacológicos y de una vacuna, desde luego que les reporte los gastos invertidos y fabulosas ganancias, sin embargo, por la expansión que ha adquirido el contagio, resulta necesaria la vacuna en las actuales condiciones. Tras la apariencia humanitaria y científica se oculta una racionalidad utilitaria.
Pero esta no será la última epidemia de causas virales o de cualquier otro microorganismo, la ciencia conoce una parte del mundo microbiano y hay un mundo aún desconocido que habita en otros seres vivos perfectamente adaptados y que la alteración de su hábitat puede causar un salto de especie.
Los microorganismos no son volitivos, no tienden a causar daño, ni son predestinados a este fin, solo viven, tratan de adaptarse a las condiciones de su hábitat y desde luego, se dice, es mas exitoso aquel que logró adaptarse al huésped, pues el microorganismo que causa la muerte de éste se elimina así mismo; claro, esto no sabe el microorganismo, lo saben los científicos en base a las observaciones y estudios realizados del comportamiento microbiano. El mecanismo de supervivencia microbiana es por tanto su diseminación. Y el efecto nocivo esta determinado por sus metabolitos y la cantidad de microbios, por un lado; pero por otro, de la capacidad de defensa del organismo huésped. Y este es el aspecto fundamental.
El huésped tiene sus propias defensas o inmunidad, defensas naturales unas, otras adquiridas. Adquirir inmunidad, una forma es la de desarrollar anticuerpos específicos en contra y en presencia del microbio. En este principio se basa las vacunas pues no son más que virus, o sus productos inhibidos en su capacidad toxica o reproductiva.
La configuración de la inmunidad sin embargo posee un fondo más amplio. El organismo tiene que formar substancias como macrófagos, linfocitos, los anticuerpos que son inmunoglobulinas, etc., que tienen su origen en aminoácidos, proteínas, micronutrientes como hierro, zinc, vitaminas liposolubles A,D,E, y, el ingreso de todos estos tiene que ver con la nutrición y ésta con la alimentación que se relaciona con los hábitos y la cultura, pero fundamentalmente es dependiente de las capacidades adquisitivas supeditadas al ingreso y al trabajo; es decir, a la vida productiva del ser humano. Es su inserción en el trabajo, su remuneración, las que establecen condiciones de vida, accesibilidad a los alimentos, a la vivienda y sus condiciones, a la educación, a la salud y también a la recreación; por tanto, los otros elementos de la configuración de la inmunidad como son las situaciones de estrés, el estado emocional, ansiedad, la contaminación, tienen que ver con estas condiciones de vida. Una respuesta inmunitaria eficiente protege contra muchas enfermedades y trastornos, mientras que una respuesta inmunitaria ineficiente permite que las enfermedades se desarrollen. Esto en el huésped, en el individuo, en la persona.
Aquellos grupos de la sociedad que padecen carencias alimentarias, hacinamiento, falta de servicios básicos como agua potable y drenaje, y que sus condiciones de vida y de trabajo son más estresantes, son los que están más expuestos a las enfermedades. El deterioro de la situación económica de estos sectores sociales es cada vez mayor por la crisis del sistema. Cierto que la transmisibilidad del virus se esparció por diversas capas de la sociedad, la estadística de fatalidad por la epidemia en las ciudades de Guayaquil y Quito revelan que un amplio margen se encuentra especialmente en los barrios urbanos de mayor concentración de pobreza y hacinamiento, familias relacionadas con la desocupación y el trabajo informal, demuestran la causalidad social asociada a la presencia del virus. Por ello, en la medida en que persista desocupación, desnutrición, hacinamiento, un transporte inadecuado, vida estresante, falta de recreación, disminuirá la capacidad del sistema inmunológico para hacer frente a los diversos agentes patógenos. También debe insistirse en el deterioro del sistema sanitario que ha desmantelado los centros de investigación y ha abandonado la atención de salud en las comunidades y las acciones preventivas y de promoción: el gasto en salud por habitante en el Ecuador apenas alcanza a 1, 040 dólar, según la página web de la OMS.
Por tanto, hay una manera diferente de contraer las enfermedades según el grupo social al que se pertenezca; también existe discrepancia en el impacto de la gravedad y frecuencia con que se presentan las patologías, y su grado de letalidad; asimismo, el acceso real y oportuno a los servicios médicos es diferenciado y depende de la situación económica de cada grupo social.
El ser humano, a diferencia de las especies animales, se caracteriza por su capacidad y ubicación en la producción y el consumo, es allí que reconstruye su biología y su inmunidad. Por tanto, es una construcción social y no solamente biológico individual. Diríamos, entonces, si se mejoran las condiciones de vida, de salud, vivienda, educación, de trabajo de la sociedad podremos tener una población inmunológicamente en condiciones de enfrentar una infección de esta naturaleza, con mayor capacidad de generar sus propios anticuerpos, una inmunidad social.
Las vacunas significarían un aditamento de refuerzo, especialmente para poblaciones expuestas por su edad o por enfermedades añadidas, y los medicamentos necesarios para los excepcionales casos de gravedad. De hecho, las vacunas han significado un gran provecho para la humanidad, como sucedió con la vacuna contra la viruela que permitió que desaparezca la enfermedad que alguna vez mató a 35% de sus víctimas, y dejó a otras personas ciegas o con cicatrices, o la vacuna en contra de la poliomielitis que permitió bajar en el 99 por ciento los casos; entonces la OMS declararía al mundo libre de viruela y posiblemente de la temida Polio; pero de la pobreza no. Y así continuarían otras epidemias íntimamente relacionadas con estas condiciones. El terreno es todo, se demuestra nuevamente. El virus es necesario para la infección, pero definitivamente no suficiente. Entonces, ¿por qué no actuar en la mejora de las condiciones de vida? Resulta insólito que, en medio de la contención de la epidemia, con carencia de una vacuna, de tratamientos curativos y con medidas de restricciones severas, se rebajen los sueldos, se promuevan despidos del trabajo, se extienda la desocupación.
Las personas enferman fundamentalmente por su historia, por su inserción económica social. Esos son los que determinan el perfil epidemiológico de la enfermedad. Mientras existan seres humanos, la historia de la naturaleza y la historia de los seres humanos se condicionan recíprocamente.
* El autor es médico, con maestría en Gerencia en Salud para el desarrollo local.