Julio César Trujillo.

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Julio Cesar Trujillo, presente en Congreso de la FEUE Nacional.

Por Francisco Escandón Guevara

La casi nonagenaria vida de Julio César Trujillo resume los avatares de la democracia ecuatoriana, siempre enrevesada por la disputa del poder político del Estado y las polémicas derivadas.

Su partidismo ambulatorio, la etapa menos conocida de su honrosa existencia, está olvidado por la amnesia colectiva y se prioriza el inmediatismo social como juez decisivo de la historia.

Simpatizantes y detractores opinarán del abogado defensor de la juventud que impulsó la Consulta Popular sobre el destino del Yasuní, amenazado por la extracción petrolera transnacional.

Partidarios y rivales recordarán al valiente anciano que, junto a los miembros de la Comisión Nacional Anticorrupción, develó los ilegales negociados de la década anterior, incluso a riesgo de su libertad amenazada por la justicia servil al caudillo.

Julio César Trujillo, en el acto de recuperación del local de la UNE, arrebatado por el correismo

Seguidores y adversarios evaluarán las acciones adoptadas por el Consejo de Participación Ciudadana y Control Social Transitorio (CPCCS-T), del cual Julio César fue su presidente. Posiblemente ésta, su última etapa en el servicio público, será la más convocante de pasiones.

Los defensores del correísmo continuarán objetando y resistiéndose a la cesación de las ex autoridades de los organismos de control y justicia, de sus militantes, aduciendo que se trata de persecución política y no faltarán miserables que festejan el deceso de Trujillo, un hombre de moral gigante.

Desde la otra orilla se valorará como positiva la descorreización del Estado impulsada por el CPCCS-T, como fue el mandato de la Consulta Popular de febrero de 2018, incluso desde aquellos críticos que plantean que la reinstitucionalización democrática del Estado está inconclusa.

Tan falso es afirmar que todo viejo es caduco, como también lo es que todo muerto es bueno. Lo indudable es que la quijotesca vida de Julio César Trujillo, aún avejentada, fue buena y será recordada como la de un hombre que luchó hasta sus últimas horas por las causas justas: la democracia, los derechos humanos y los de la naturaleza.

 

 

 

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