Deuda eterna

Periódico Opción
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Por Francisco Escandón Guevara

La deuda pública, más particularmente la deuda externa, es un problema recurrente en la historia del Ecuador. Incluso antes de constituirse como nación, durante las gestas independentistas, se adquirieron los primeros préstamos otorgados por Inglaterra con condiciones desfavorables para el país.

Doscientos años después, este dogal ahorca, al límite de dejar sin aire, a la economía nacional que carece de crecimiento real. A finales del 2023, los pasivos sumaron 82.000 millones de dólares, cerca del 68% del Producto Interno Bruto, y podría ser mayor si el gobierno de Noboa, suscribe nueva deuda con los organismos multilaterales de crédito.

Para alcanzar ese propósito el hijo del magnate bananero impulsa una estrategia distinta a los anteriores gobiernos. Otrora los prestamistas desembolsaban la plata ofrecida conforme se cumplían las políticas de austeridad fiscal suscritas en las Cartas de Intención, ahora Noboa intenta negociar un crédito aproximado de 4000 millones de dólares adelantando algunas de las exigencias fondomonetaristas.

Además de las aprobadas reformas tributaria y energética con las que se entregaron nuevos incentivos a las élites, el gobierno quiere ofrecer, como muestra de alumno aplicado, la elevación del IVA al 15%, el plan para eliminar los subsidios a los combustibles, la continuidad de la explotación petrolera en el Yasuní, los despidos de servidores públicos y recortes en áreas sociales: salud, educación.

Esa servidumbre explica por qué Noboa acaba de cancelar, sin retraso, 273 millones de dólares de la deuda reestructurada de los bonos global, a pesar que el año anterior alertó que la caja fiscal estaba desfondada. Prefiere cumplir con los chulqueros, especuladores en los mercados de valores, antes que resolver el desabastecimiento en los hospitales, cancelar los salarios de los funcionarios estatales o igualarse con las asignaciones presupuestarias de municipios y prefecturas que están impagas hasta cuatro meses.

El credo de fe que recomienda la austeridad pública y los incentivos a privados monopólicos ya fracasó. Los falsos profetas resucitan (Oswaldo Hurtado, Joyce de Ginatta, Alberto Dahik, Simón Panchano) exigiendo el cumplimiento del fetiche neoliberal para evitar el colapso de la dolarización y para acceder a nuevos créditos apenas para pagar intereses.

Es un espiral sinfín, una inercia que llevará al Ecuador a la bancarrota por una anunciada crisis de deuda. Urge declarar la moratoria, reestructurar plazos y montos que no comprometan sustancialmente el presupuesto del Estado en el futuro. La propia Organización de Naciones Unidas (ONU) lo recomienda.

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